Por Constanza Serratore
En el capítulo V del Contrato
social Rousseau describe el contrato como:
«Este
mismo acto de asociación (que) convierte al instante la persona particular de
cada contratante en un cuerpo moral y colectivo, compuesto de tantos miembros
como voces tiene la asamblea; cuyo cuerpo recibe del mismo acto su unidad, su
ser común, su vida y su voluntad».
Podríamos decir que Argentina tuvo un acto de asociación de todas las
personas particulares aquel 15 de diciembre de 1983 cuando Raúl Alfonsín creó
la CONADEP. Así nacía la comisión de investigación que tenía como objetivo
echar luz sobre los crímenes de la dictadura militar argentina que se extendió
entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. De ese modo, todos
sus miembros (Ernesto Sábato, Ricardo Colombres, René Favaloro, Hilario
Fernández Long, Carlos T. Gattinoni, Gregorio Klimovsky, Marshall Meyer, Jaime
de Nevares, Eduardo Rabossi, Magdalena Ruiz Guiñazú, Santiago Marcelino López,
Hugo Diógenes Piucill y Horacio Hugo Huarte) trabajaron con el objetivo de
elaborar informes que buscaban demostrar que en Argentina hubieron secuestros,
torturas y desapariciones de personas de una manera sistemática. Para mostrar
que hubo un plan y un método de criminalidad, recibían denuncias y documentos
de los hechos sucedidos en el marco de la dictadura militar.
Este fue el «cuerpo moral y colectivo» que los argentinos construimos en
1983, era un cuerpo único, común, voluntario y vital. Desde mi punto de vista
fue, en efecto, la piedra de toque sobre la que se construyó un nuevo Estado
soberano, en tanto activo, y que nos tenía a todos los particulares unidos bajo
el nombre de «pueblo» o «ciudadanos». Rousseau nos advierte que los ciudadanos
somos soberanos en tanto contratantes, pero súbditos en relación con las leyes
(nunca en relación con un soberano).
Sin embargo lo que vi hoy fue la desfachatez más absoluta, más extrema. La
subordinación más extrema del pueblo al líder para mancillar el lema del «Nunca
más» pronunciado por el Fiscal Julio Strassera en el discurso de acusación a
las Juntas militares.
«Nunca más» es una formulación absolutamente performativa, casi una regla
de vida. Significa elegir una vida verdadera, lejos de las argucias y las
mentiras. La CONADEP ejerció un verdadero acto parresiástico en el que cada uno
de sus miembros ponía en juego su propia vida en función de un decir verdadero,
para usar una formulación foucaulteana.
«Nunca más» era poner un punto y aparte en relación con la
violencia. Los argentinos buscábamos pacificarnos, suturar los dolores y
permitirnos las disidencias en un ámbito de política democrática.
Hablo del «Nunca más» y recuerdo la CONADEP justo hoy, el día en
el que Cristina Fernández de Kirchner eligió el escenario de la ex ESMA para
dar comienzo a la serie de festejos relativos al 25 de mayo. Por favor,
reparemos en esto: la Presidente elige el lugar de la ex ESMA y la fecha del 25
de mayo para apropiárselas porque lo que en definitiva se festeja son los 12
años de kirchnerismo. Abusando de su poder para borrar los recuerdos y para
subordinar a muchos, la Presidente inauguró un “Sitio de memoria” en el Casino
de Oficiales e hizo uso nuevamente (por 18º vez en este año) de la cadena
nacional. Junto a ella estaban Hebe de Bonafini, Estela de Carloto, Máximo
Kirchner y Horacio Verbitsky. Recordemos que estas cuatro figuras no han
representado en estos últimos 12 años la búsqueda de la paz. Por el contrario,
se ensañaron en más de una oportunidad en acusar, escrachar, denunciar,
corromper, mentir, robar, etc.
Todos estos actos indecentes traicionan los valores proclamados
por la CONADEP, pero, muy especialmente, traicionan el contrato social sobre el
que la sociedad fundó ese nuevo Estado. La apropiación de los valores, de los
significantes vacíos, del kirchnerismo, su violación más extrema, nos abismó a
la más cruda de las violencias.
Hoy vivimos en la Argentina en la que no sólo ya no se puede jugar
un partido de futbol con hinchada visitante, sino que no se puede jugar sin que
se garantice la seguridad de los jugadores y de los simpatizantes. Hoy vivimos
en la Argentina en la que el narcotráfico avanza ininterrumpidamente porque los
gobernantes son cómplices ya sea por acción u omisión. Hoy vivimos en la
Argentina en la que se puede morir un fiscal federal de la Nación con un tiro
en la cabeza un día antes de acusar ante el Parlamento a la Presidente por
encubrimiento de crímenes de lesa humanidad. Todos estos casos tienen en común
dos cosas: la violencia inusitada y la falta de resolución.
Atravesados por la violencia y habiendo abandonado el espíritu de
verdad e investigación, nos hemos alejado del «Nunca más», hemos perdido ese
contrato que nos mantenía unidos aún en las discrepancias más extremas. No
recuerdo otro momento de la historia democrática post 1983 en el que la
violencia ataque sistemáticamente a la diferencia, olvide sistemáticamente a
las víctimas, oculte sistemáticamente los hechos.
Es sin dudas el momento menos democrático desde diciembre de 1983,
pero lo peligroso es que –para seguir con Rousseau- hemos permitido que se
apropiasen de los valores que entonces nos unieron. De este modo, hemos
permitido que convirtiesen al pueblo en súbdito. Los argentinos nos hemos
traicionado en nuestro fundamento.
Cierro con una pregunta ¿podemos seguir sosteniendo, como lo hizo
Strassera, que la frase «Nunca más» pertenece hoy efectivamente a todos los
argentinos?
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