Angelus Novus

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Walter Benjamin, Tesis IX

martes, 19 de mayo de 2015

«La traición de los fundamentos, el abandono del “Nunca más”»

Por Constanza Serratore

En el capítulo V del Contrato social Rousseau describe el contrato como:

«Este mismo acto de asociación (que) convierte al instante la persona particular de cada contratante en un cuerpo moral y colectivo, compuesto de tantos miembros como voces tiene la asamblea; cuyo cuerpo recibe del mismo acto su unidad, su ser común, su vida y su voluntad».

Podríamos decir que Argentina tuvo un acto de asociación de todas las personas particulares aquel 15 de diciembre de 1983 cuando Raúl Alfonsín creó la CONADEP. Así nacía la comisión de investigación que tenía como objetivo echar luz sobre los crímenes de la dictadura militar argentina que se extendió entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. De ese modo, todos sus miembros (Ernesto Sábato, Ricardo Colombres, René Favaloro, Hilario Fernández Long, Carlos T. Gattinoni, Gregorio Klimovsky, Marshall Meyer, Jaime de Nevares, Eduardo Rabossi, Magdalena Ruiz Guiñazú, Santiago Marcelino López, Hugo Diógenes Piucill y Horacio Hugo Huarte) trabajaron con el objetivo de elaborar informes que buscaban demostrar que en Argentina hubieron secuestros, torturas y desapariciones de personas de una manera sistemática. Para mostrar que hubo un plan y un método de criminalidad, recibían denuncias y documentos de los hechos sucedidos en el marco de la dictadura militar.

Este fue el «cuerpo moral y colectivo» que los argentinos construimos en 1983, era un cuerpo único, común, voluntario y vital. Desde mi punto de vista fue, en efecto, la piedra de toque sobre la que se construyó un nuevo Estado soberano, en tanto activo, y que nos tenía a todos los particulares unidos bajo el nombre de «pueblo» o «ciudadanos». Rousseau nos advierte que los ciudadanos somos soberanos en tanto contratantes, pero súbditos en relación con las leyes (nunca en relación con un soberano).

Sin embargo lo que vi hoy fue la desfachatez más absoluta, más extrema. La subordinación más extrema del pueblo al líder para mancillar el lema del «Nunca más» pronunciado por el Fiscal Julio Strassera en el discurso de acusación a las Juntas militares.
 
«Nunca más» es una formulación absolutamente performativa, casi una regla de vida. Significa elegir una vida verdadera, lejos de las argucias y las mentiras. La CONADEP ejerció un verdadero acto parresiástico en el que cada uno de sus miembros ponía en juego su propia vida en función de un decir verdadero, para usar una formulación foucaulteana.

«Nunca más» era poner un punto y aparte en relación con la violencia. Los argentinos buscábamos pacificarnos, suturar los dolores y permitirnos las disidencias en un ámbito de política democrática.

Hablo del «Nunca más» y recuerdo la CONADEP justo hoy, el día en el que Cristina Fernández de Kirchner eligió el escenario de la ex ESMA para dar comienzo a la serie de festejos relativos al 25 de mayo. Por favor, reparemos en esto: la Presidente elige el lugar de la ex ESMA y la fecha del 25 de mayo para apropiárselas porque lo que en definitiva se festeja son los 12 años de kirchnerismo. Abusando de su poder para borrar los recuerdos y para subordinar a muchos, la Presidente inauguró un “Sitio de memoria” en el Casino de Oficiales e hizo uso nuevamente (por 18º vez en este año) de la cadena nacional. Junto a ella estaban Hebe de Bonafini, Estela de Carloto, Máximo Kirchner y Horacio Verbitsky. Recordemos que estas cuatro figuras no han representado en estos últimos 12 años la búsqueda de la paz. Por el contrario, se ensañaron en más de una oportunidad en acusar, escrachar, denunciar, corromper, mentir, robar, etc.

Todos estos actos indecentes traicionan los valores proclamados por la CONADEP, pero, muy especialmente, traicionan el contrato social sobre el que la sociedad fundó ese nuevo Estado. La apropiación de los valores, de los significantes vacíos, del kirchnerismo, su violación más extrema, nos abismó a la más cruda de las violencias.

Hoy vivimos en la Argentina en la que no sólo ya no se puede jugar un partido de futbol con hinchada visitante, sino que no se puede jugar sin que se garantice la seguridad de los jugadores y de los simpatizantes. Hoy vivimos en la Argentina en la que el narcotráfico avanza ininterrumpidamente porque los gobernantes son cómplices ya sea por acción u omisión. Hoy vivimos en la Argentina en la que se puede morir un fiscal federal de la Nación con un tiro en la cabeza un día antes de acusar ante el Parlamento a la Presidente por encubrimiento de crímenes de lesa humanidad. Todos estos casos tienen en común dos cosas: la violencia inusitada y la falta de resolución.

Atravesados por la violencia y habiendo abandonado el espíritu de verdad e investigación, nos hemos alejado del «Nunca más», hemos perdido ese contrato que nos mantenía unidos aún en las discrepancias más extremas. No recuerdo otro momento de la historia democrática post 1983 en el que la violencia ataque sistemáticamente a la diferencia, olvide sistemáticamente a las víctimas, oculte sistemáticamente los hechos.

Es sin dudas el momento menos democrático desde diciembre de 1983, pero lo peligroso es que –para seguir con Rousseau- hemos permitido que se apropiasen de los valores que entonces nos unieron. De este modo, hemos permitido que convirtiesen al pueblo en súbdito. Los argentinos nos hemos traicionado en nuestro fundamento.


Cierro con una pregunta ¿podemos seguir sosteniendo, como lo hizo Strassera, que la frase «Nunca más» pertenece hoy efectivamente a todos los argentinos?

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