Angelus Novus

Angelus Novus
Walter Benjamin, Tesis IX

viernes, 9 de enero de 2015

«El ángel de la historia» Por más política.

Por Constanza Serratore
(24 de Octubre de 2013)

El «Angelus novus» es un dibujo realizado por el pintor suizo Paul Klee en 1920. La técnica de tinta china, tiza y acuarela sobre papel nos da, a mi criterio, la idea de un dibujo antiguo, sobre una hoja lastimada. Tal vez no haya sido ésta la intención del autor al elegir la técnica, aún así propongo las categorías de «lo antiguo» y «lo lastimado» para hacer análisis político a tres días de las elecciones de término medio en Argentina.
Este «Angelus novus» de Klee tiene un lugar central en la filosofía contemporánea a partir de las reflexiones de Walter Benjamin en sus Tesis sobre la filosofía de la historia. En efecto, en la tesis 9, Benjamin sostiene:

«Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso».

Se trata de un ángel que mira hacia el pasado aterrorizado, pero que aún así no puede correr la mirada. Antes sus ojos se amontonan las ruinas, una sobre otra, de modo calamitoso. La fecha de escritura apurada de estas tesis es 1940. La guerra había comenzado y nuestro autor no podía evitar mirar hacia el pasado, como el
ángel, tal vez para dar cuenta de los terroríficos años que vendrían en adelante. Estas tesis, así como el análisis que Benjamin le dedica al ángel inspirado en una leyenda judía originaria del Talmud, están plagadas de un pesimismo que se evidencia en la inminente muerte del autor. El 27 de septiembre de ese año, Benjamin muere. Anticipando lo terrible del nazismo, su biografía es la manifestación de lo que no pudo ver con sus propios ojos, pero que sí pudo intuir con su pensamiento.
Ese ángel está también conmovido por el viento, por fuertes ráfagas de viento que lo empujan hacia el futuro. Pasado y futuro no son en la vida de los vivientes, por lo tanto en la política, dos puntos separados dispuestos en una línea del tiempo. Pasado y futuro son distintos nombres que provocan la tensión del presente. Solo hay presente, ese instante en el que volvemos la espalda al futuro para mirar el pasado, pero estamos inevitablemente empujados hacia allí. La historia, no la de los manuales escolares, enseña que esos instantes en los que la temporalidad se ajusta hasta explotar, son los definitorios. Acontecimientos que nos determinan, en los que no prescindimos del pasado y en los que nos vemos obligados a una definición a futuro.
El viento que enreda las alas del ángel se llama progreso. Esa irrefrenable fuerza que nos empuja y no entendemos muy bien de qué se trata o hacia dónde vamos. El progreso, el progresismo, es un concepto de origen capitalista que toma sus fuerzas en la Segunda Revolución Industrial. La idea de progreso es la que empuja a los hombres a trabajar en las industrias para fomentar un mañana mejor que el ayer, como si esto fuera posible tan fácilmente. Como dijimos, el futuro está en estrecha relación con el pasado. Si no, preguntémosle a Benjamin si su muerte en 1940, asustado por el nazismo, no estaba en relación directa con su origen judío. O, tal vez, podríamos preguntarnos por qué nos seguimos sorprendiendo de las atrocidades ocurridas en los siglos XX y XXI. Si efectivamente el progreso nos conduce hacia lo mejor, ¿por qué siguen ocurriendo las calamidades? O, mejor aún, ¿por qué los vivientes seguimos siendo sujetos (en el sentido activo y pasivo del término sujetc) de la violencia? Tal vez, se me ocurre pensar que no es el progreso la respuesta, sino más bien la causa, de los males actuales.
Pensar el pasado y el futuro coincidentes en un instante nos aleja, a mi juicio, de una lectura teológica de la historia. No hay un futuro mejor. No hay un paraíso. No hay una promesa que se cumplirá. No llegará ningún mesías.
Se me cierra el pecho al pensar que esto es así. A veces, prefiero cerrar los ojos porque me angustio. Sin embargo, inevitablemente vuelvo a mirar y lo que veo sigue sin gustarme. Tal vez cada instante que logramos capturar en el parpadeo tiene algo. Ni bueno ni malo, porque no se trata de una valoración moral. Se trata de la realidad ahí, descarnada, desnuda, sin ropaje ¿Cuánto tiempo se puede mantener la mirada frente a eso? Muy poco. Por eso es un parpadeo.
Por ese instante que se vuelve acontecimiento, por ese instante en el confluyen pasado y futuro, por ese instante en el que vale la pena vivir en comunidad, solo por ese parpadeo, es vital que este domingo pensemos hondamente qué vamos a votar. No hay mesías, no hay paraíso. No hay futuro sin pasado, como las ruinas benjaminianas, como los rastros arqueológicos que se encuentran a veces cuando se quieren levantar modernas ciudades, como lo inconsciente descompletando la conciencia.
Pensar que somos sujetos de nuestro futuro y de nuestro pasado. Prisioneros de lo que fue y actores de lo que será, mirando hacia delante y hacia atrás al mismo tiempo, en la doble perspectiva. Sabiendo que no hay un paraíso prometido, sabiendo que estamos en el reino de la tierra donde no caben los salvadores ni los ídolos, ni las promesas vacías que subsumen las almas, pero también los cuerpos, sabiendo todo eso, es imprescindible que escribamos nuestras tesis de la historia como lo hizo Benjamin: con la intuición del pensamiento.
Así, en la tesis 7, Benjamin escribe a propósito de la idea de historia de Foustel de la Coulange:

«Quien hasta el día actual se haya llevado la victoria, marcha en el cortejo triunfal en el que los dominadores de hoy pasan sobre los que también hoy yacen en tierra. Como suele ser costumbre, en el cortejo triunfal llevan consigo el botín. Se le designa como bienes de cultura. En el materialista histórico tienen que contar con un espectador distanciado. Ya que los bienes culturales que abarca con la mirada, tienen todos y cada uno un origen que no podrá considerar sin horror. Deben su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie. E igual que él mismo no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión en el que pasa de uno a otro.
Por eso el materialista histórico se distancia de él en la medida de lo posible. Considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a contrapelo».

Mi escrito es, por lo tanto, un llamado a cepillar la historia a contrapelo. Como sabemos, los que hoy se jactan de las victorias también deberían jactarse de las barbaries del pasado. La victoria de éstos y de sus cómplices, aliados del presente o del pasado, se erige «sobre los que también hoy yacen en la tierra». Cepillar a contrapelo es un llamado para evitar el proceso de trasmisión de unos a otros de un modelo de política y de sociedad que solo construye barbarie en nombre del progreso. Para defender la democracia, por la que tantos literalmente yacen, para defender el conflicto y erradicar el totalitarismo, intuyamos con el pensamiento que nuestro voto el próximo 27 tiene un valor. Su valor es inmanente. Está lejos de las trascendencias de las promesas incumplidas y cerca del trabajo arqueológico que busca la causa de las ruinas y decide no construir sobre ellas, pero siempre mirarlas para no olvidar.
Por más política y menos teología, celebro estas próximas elecciones. En le oxímoron del pensamiento y la intuición, seguramente cepillaremos a contrapelo.

Salud! 

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