Angelus Novus

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Walter Benjamin, Tesis IX

martes, 10 de febrero de 2015

«Equidad no es igualdad

Por Roberto Mionis (UNSAM) y Constanza Serratore (UBA - CIF)
 

  1. Presentación del problema:
En los últimos tiempos hemos escuchado en reiteradas oportunidades el uso de los términos «igualdad», «equidad», y muchos otros relacionados. Sin embargo, la cuestión se dificulta toda vez que intuimos que no siempre y no todos los entendemos del mismo modo.
Reaccionamos frente a la idea de que los términos en cuestión pueden intercambiarse, es decir, que son sinónimos, ya que partimos de dos supuestos que queremos defender a lo largo del trabajo.
En primer lugar, frente a la certeza de que se trata de términos plurívocos, hemos querido reconstruir mínimamente su historia para poner en evidencia nuestra posición al respecto. Hicimos, por lo tanto, un pequeño y poco pretencioso rastreo etimológico que tuvo como fin sostener que los términos no son sinónimos ni intercambiables sin consecuencias. En segundo lugar, queremos mostrar que la superposición de los términos no es ingenua, sino que construye un dispositivo que tiene como fin ocultar la cuestión que verdaderamente nos interesa, la desigualdad.
Como última precisión metodológica, decimos que el presente trabajo está organizado en dos momentos. Un primer momento, el arqueológico, y un segundo momento, el económico. La articulación interna del trabajo está dada por la motivación que nos condujo a realizar la presente reflexión: un interés por pensar nuestro presente desde nuestro lugar, es decir, aquí y ahora.
 
  1. «Equidad» e «igualdad»
Cuando rastreamos la etimología de los términos «equidad» e «igualdad», nos encontramos con que hay un pequeño matiz en la formulación latina de los términos. En efecto, el término «equidad» es reconducible al término latino aequitas, aequitatis (sustantivo femenino, 3ra declinación), entendido originalmente como «la igualdad de ánimo», «el equilibrio moral», «el espíritu de moderación» o, inclusive, «el desinterés»; mientras que el término «igualdad» proviene de eaqualitas, aequalitatis (sustantivo femenino, 3ra declinación), entendido como «igualdad», pero también como «identidad» o «regularidad». Es posible suponer que ambos sustantivos son reconducibles al adjetivo latino de primera clase aequus, a, um que significa tanto «justo» o «equitativo», pero nada nos impide pensar en que provengan del adjetivo neutro aequum, i, significando en este caso «lo justo» o «lo equitativo». Hacemos por último esta pequeña observación porque sabemos que el artículo neutro «lo» reproduce la idea de que lo que está en juego no es el hecho de que algo sea justo o equitativo, sino una suerte de desplazamiento hacia la sustantivación de los términos que nos permitiría pasar  de los casos particulares a una formulación conceptual.    
En este orden de cosas, también podemos suponer que el término aequitas, aequitatis, tiene su anclaje en el término griego epiekeia (επιεικεια), donde el prefijo επι significa tanto encima o sobre, como además, también, luego, después, etc.; y la raíz εικοσ significa esperable, conveniente, razonable o justo. De este modo, siguiendo las indicaciones de Tomás de Aquino quien sostiene que εικοσ puede entenderse como lo conveniente o lo decente, pero también obediente, el término επιεικεια podría traducirse como «interpretación moderada y prudente de la ley».
Evidentemente, si reconducimos el término latino aequitas, aequitatis al término griego επιεικεια, sale a la luz la idea de que la equidad es un concepto que desde sus comienzos está relacionado con el derecho. En efecto, sabemos que Ulpiano, al  enunciar los tria praecepta iuris,[1] sostiene que la «equidad» consiste en la capacidad del derecho de suum cuique tribuere (dar a cada uno lo suyo). Aún más, podemos afirmar que para el derecho romano clásico, la equidad es el derecho. Habría que sostener que algo de esto se conserva en el derecho italiano contemporáneo, basta leer las afirmaciones de Giuseppe (Beppe) Lumia[2] cuando sostiene que la equidad es el juicio atemperado y conveniente que la ley confía al juez.[3] Tanto desde la perspectiva del derecho romano como desde la del derecho italiano contemporáneo, podemos sostener que la equidad refiere al derecho positivo y al fuero externo.

A diferencia de la equidad, el concepto de igualdad se entiende como la correspondencia o proporción resultante de muchas partes que componen un todo uniforme. De este modo, el concepto de igualdad es aplicable al campo de la matemática toda vez que entendemos la igualdad como una equivalencia de dos expresiones o cantidades que, para ser iguales, deben tener el mismo valor. Pero, lo que creemos más importante, la igualdad siempre supone una relación entre dos o más miembros.
Asimismo, es sabido que la igualdad es uno de los conceptos que más ha sido puesto en juego en la Modernidad. Por ese motivo, recurrimos simplemente a tres formulaciones. La primera, que surge de la Enciclopédie en la voz que estuvo a cargo de Diderot y D’Alambert; la segunda, que surge de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789; por último, la igualdad desde la perspectiva de la Declaración Universal de los Derechos Humanos  de 1848. En todos los casos, simplemente resaltamos los aspectos más importantes e indicamos cuáles son las tensiones presentes en dichas formulaciones.
En la Enciclopédie, a partir de la voz «Egalité» se lee: «Igualdad de Derechos es la que hay entre todos los hombres, es solamente por la constitución de su naturaleza. Esta igualdad es el principio y el fundamento de la libertad (…) Puesto que la naturaleza humana es la misma en todos los hombres, es claro que según el derecho natural, cada uno debe estimar y tratar a los otros como otros seres que son naturalmente iguales a él». Como se ve, la igualdad según la Enciclopédie está fundamentada en la afirmación de una naturaleza humana común de la cual depende la igualdad como una manera de cumplir el ciclo vital. Uno de los problemas que surge de la noción de igualdad entendida como lo propio de la naturaleza humana es aquello que Esposito señaló a partir de la formulación del «Dispositivo de la Persona», esto es, afirmar la igualdad entre los hombres en función de su naturaleza implica necesariamente establecer un corte, una separación que sostiene la desigualdad con el resto de los seres vivientes. De este modo, la complicación más importante que encontramos en esta formulación de la igualdad es la siguiente: ¿cómo puede fundarse la igualdad en la naturaleza humana para despreciar la naturaleza no-humana? Es más, si nos detenemos un momento más en la voz «egalité», leemos «En el estado de naturaleza, los hombres nacen en la igualdad, pero no sabrían permanecer en ella; la sociedad se las hace perder, y no vuelven a ser iguales sino por las leyes». A partir de esta última cita, vemos que la igualdad natural anteriormente mencionada se sostiene en la dicotomía entre estado de naturaleza y estado en sociedad. Este estado en sociedad refiere, por lo tanto, a una sociedad igualitaria que restablecería la igualdad en la que los hombres nacen, pero en la que no pueden permanecer sino gracias a la ley.
El problema para este trabajo es que no consideramos que las cosas sean efectivamente así y que los vivientes seamos iguales ante la ley. Cuestión que, como lo mencionamos al comienzo del trabajo, es del ámbito de la equidad y no de la igualdad. Por este motivo, creemos que el problema de fondo reside en que estas formulaciones terminan legitimando las desigualdades en la tensión que proponen entre la formulación teórica y las prácticas en lo real.
Del mismo modo que en la Enciclopédie,  en la Declaración de los Derechos del hombre y del Ciudadano de 1789, en el artículo 1ero. Se sostiene: «Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales no pueden estar fundadas sino sobre la utilidad común (…)». De esta formulación, hacemos sólo dos señalamientos para no extendernos demasiado. En primer lugar, la libertad aquí se dice antes que la igualdad, de modo que la igualdad ya no es fundamento de la libertad sino, al parecer, es al revés. En segundo lugar, esta igualdad ya no está pensada en relación con la naturaleza sino con respecto a los derechos de los otros hombres. Estos derechos, lo sabemos, ponen en tensión la igualdad entre los seres humanos y su diversidad, la que suele confundirse con la desigualdad. Tal vez la confusión entre diversidad y desigualdad puede remitirse al rastreo etimológico del que partimos. En efecto, desde ese punto de vista, la igualdad no estaba pensada como una sustancia sino como una relación entre dos o más elementos. Así, no es la igualdad la que puede cuantificarse, sino las cantidades las que son o no iguales. Así, en el Art. 6to se confirma nuestra sospecha: «(La ley) debe ser la misma para todos, ya sea que proteja o que castigue. Siendo todos los ciudadanos iguales a sus ojos, son igualmente admisibles a todas las dignidades, lugares y empleos públicos, según su capacidad, y sin otra distinción que la de sus virtudes y talentos». A partir de la afirmación de la igualdad de admisión de dignidades, entendemos que lo que está en juego es una conceptualización de la igualdad entendida como la posibilidad de acceso a oportunidades que posibilitan el alcance de posiciones de privilegio que legitiman y perpetúan las desigualdades.
Por último, queremos señalar brevemente que en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1848, se determina que los hombres son iguales en «dignidad». En otros términos, a diferencia de la Declaración de 1789, se abstiene de considerar que existen «dignidades» desiguales; pero, al poner como fundamento y límite de la igualdad a la razón y la conciencia, perpetúa la desigualdad con los otros seres vivientes.

  1. El dispositivo de la Equidad-Igualdad
Podemos decir, por lo tanto, que en las tres grandes manifestaciones teórico-políticas de la Modernidad en las que la cuestión de la igualdad se problematiza, lo que aparece es más bien una conceptualización del término que lo acerca a la definición de equidad que hemos formulado al comienzo del trabajo. Creemos, como sostuvimos en la introducción, que ese acercamiento de los términos no es ingenuo sino más bien sintomático. Lo que suponemos se esconde detrás de estas formulaciones confusas es un «dispositivo» que busca superponer performativamente a los términos con la intención de alejarnos de una verdadera reflexión sobre la igualdad o, mejor, sobre la desigualdad.
En este sentido, si seguimos el desafío de Deleuze y Guattari, debemos desconfiar de los términos que hemos heredado. De este modo, intentamos pensar la igualdad fuera de los sistemas teóricos que hasta ahora la han capturado y buscamos ver de qué modo aparece aquí y ahora.

      4. Aquí y ahora: la perspectiva económica

El aquí y ahora, nos remite, también a la literatura económica al respecto. Es tan relevante la puesta en discusión de la igualdad, o la desigualdad, que el último premio novel de Economía, Thomas Piketty, luego de una gran ausencia en la teoría economía, replantea la discusión marxista sobre el origen y la solución de la desigualdad. Su último libro, "El Capital del Siglo XXI"[4], no es una alusión únicamente al célebre El Capital, de Karl Marx, sino la restauración de la discusión esencial, que abordaremos e implica  desechar todo el andamiaje intelectual respecto a la si la igualdad, es una discusión sobre la acumulación del capital (igualdad), o sobre el incremento del salario (equidad).
Para una primera aproximación de la distinción económica entre igualdad y equidad, podemos empezar por el planteo general de Marx, en un grado de simplificación extrema: la acumulación de capital, única forma para que el capitalismo pueda reproducirse, se realiza por la apropiación entre la diferencia del valor total del trabajo añadido por el trabajador (fuerza de trabajo) y el salario que se le paga al trabajador. Esa diferencia, la plusvalía, es la que asegura la reproducción.  
Y esta plusvalía, que puede medirse como la tasa de explotación necesaria para la reproducción del capital, es la desigualdad intrínseca del sistema capitalista.
A decir de Piketty, “Marx….ahondó en el análisis de la dinámica del capital, al considerar un mundo en el que el capital es ante todo industrial (maquinas, equipos, etc.) y no rural, y puede, entonces, acumularse potencialmente sin limites. De hecho, su principal conclusión es lo que se puede llamar “el principio de acumulación infinita”, es decir la inevitable tendencia del capital a acumularse y a concentrarse en proporciones infinitas, sin limite natural; de ahí el resultado apocalíptico previsto por Marx: ya sea que haya una baja tendencial de la tasa de rendimiento del capital (lo que destruye el motor de acumulación y puede llevar a los capitalistas a desgarrarse entre sí), o bien que el porcentaje del capital en el producto nacional aumente indefinidamente (lo que, tarde o temprano, provoca que los trabajadores se unan y se rebelen). En todo caso, no es posible ningún equilibrio socioeconómico o político estable.”[5]
El capital, su acumulación y reproducción, requiere una discusión del “fruto del trabajo generado”, formula marxiana que es la base de la discusión sobre la distribución de la riqueza, eje central de la disminución de la desigualdad.
En la Crítica del Programa de Gotha[6] (publicada por Engels en 1891), Marx sostiene una crítica feroz al programa socialista propuesto por Lasalle. Aquí, plantea que “los individuos desiguales (y no serian distintos hombres sino fuesen desiguales) sólo pueden medirse por la misma norma siempre y cuando se los enfoque desde un punto de vista igual, siempre y cuando se los mire solamente en un aspecto determinado; por ejemplo, en el caso concreto, sólo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo demás”.
Esta forma de distinguirlos, es la base para la formulación de la teoría de la plusvalía, porque hace homogéneo lo que él considera bastante desigual, los hombres,  ya sea por aptitud física o intelectual y se los considera desde la generalidad de los que poseen o no los medios de producción.
Por lo que, insiste que el derecho igualitario se inscribe en el derecho burgués, porque ante la desigualdad individual  “En el fondo es, por lo tanto, como todo derecho, el derecho de la desigualdad”, por lo que requiere ser apartado de cualquier mención de un programa socialista. 
Y, en el mismo sentido, ante la reivindicación de los socialistas alemanes, como la siguiente: que la "emancipación del trabajo exige la promoción de los medios de trabajo a propiedad común de la sociedad y que todo el trabajo sea regulado colectivamente, con un reparto equitativo del fruto del trabajo", Marx se pregunta: "¿Que es "reparto equitativo"? ¿No afirman los burgueses que el reparto actual es "equitativo"? ¿Y no es éste, en efecto, el único reparto "equitativo" que es posible, sobre la base del modo de reproducción actual? ¿Acaso las relaciones económicas son reguladas por los conceptos jurídicos? ¿No surgen por el contrario, las relaciones jurídicas de las relaciones económicas?"
El encomillado sobre el concepto “reparto equitativo”, sobre la palabra “equitativo” del propio Marx, y la relación que éste establece entre la determinación de lo jurídico por lo económico, está dada por la relación que él mismo establece entre equitativo y ley. Nos referimos a ley del modo de producción capitalista.  Y lo que dice Marx con esto es que se sigue inscribiendo en el derecho igualitario burgués.

Para una segunda aproximación:

En la teoría económica, esta forma de pensar lo equitativo, es en el marco de lo que se denomina la teoría de la distribución de la renta, la cual estudia los mecanismos (muy variables, dependiendo de cada uno de los pensadores de la economía), en que se distribuye el "fruto íntegro del trabajo" marxista, no ya entre los trabajadores, sino entre "todos los que participan de la producción".
Para  el sistema capitalista, la forma en que se acumula el capital, es la esencia de la discusión de la igualdad/desigualdad. Marx planteó una forma, la plusvalía, entendiendo que el único que añade valor a la mercancía, es el hombre a través de su única "propiedad", su fuerza de trabajo.
La acumulación de capital, ha sido retomada por Piketty, como esencial para la reproducción del capital, como forma de desigualdad extrema. El aporte teórico que aporta es el siguiente: r, la tasa de rendimiento del capital se da por encima de g, la tasa de  crecimiento de la economía. (r>g)
En su reseña sobre "El Capital del siglo XXI"[7],  dice Krugman: "Casi todos los modelos económicos nos dicen que si g cae —  algo que ha sucedido desde 1970, y se trata de un descenso que probablemente continúe debido a un menor crecimiento de la población en edad de trabajar y -a un todavía más lento progreso tecnológico-, r caerá también, aunque Piketty afirma que r caerá menos que g. Esto no tiene por qué ser cierto. Sin embargo, si reemplazar trabajadores con máquinas es suficientemente fácil -si, para usar la jerga técnica, la elasticidad de sustitución entre capital y trabajo es mayor que uno- el lento crecimiento, y el consiguiente aumento de la proporción entre capital e ingresos, de hecho ampliará la brecha entre r y g. Piketty argumenta que esto es lo que sucederá, según su análisis de los registros históricos".
Para este caso, si se parte de la desigual apropiación de los bienes (capital), y no ya de la distribución inequitativa de la renta, se acrecentará la desigualdad, debido que la distribución de los bienes es mucho mas desigual que la distribución del ingreso laboral.
Ahora, esta es la primer parte, ya que a la desigualdad sobre el origen de la apropiación de los bienes, o dicho de otra manera, como es la posición respecto de la propiedad a lo largo de los ciclos económicos, hay que sumarle algo que  la evidencia muestra como "el pasado se devora el futuro", ya que entra en juego la riqueza heredada, aunando mucho más la desigualdad. Los detalles respecto a "el unporcientismo" que hace rato se viene manifestando en el capitalismo, "1% que concentra la mayor riqueza tiene el 70% del total", por ejemplo, muestra que la mayoría ha sido por riqueza heredada. Piketty sostiene esta argumentación con una gran información detallada.
Este trabajo detallado muestra que es generalmente mas valioso nacer en la familia adecuada que tener el trabajo adecuado. Las series de ondas largas que el libro compila y luego analiza,  expone que casi se está hoy en los mismo niveles que en la Belle Époque, ante una reducción bastante significativa del periodo entre guerras.

  1. Algunas problematizaciones 
A lo largo del trabajo hemos querido poner en evidencia algunos elementos que podríamos sintetizar muy brevemente de este modo. En primer lugar, los términos equidad e igualdad pueden reconducirse a una raíz común, sin embargo refieren a ámbitos diversos. En segundo lugar, hemos mostrado que la sobre la cuestión de la igualdad se ha ocupado hondamente la Modernidad, pero en las formulaciones que ha realizado se ponen en evidencia algunos problemas teóricos y otros prácticos.
En virtud de esta distinción entre cuestiones teóricas y prácticas, hemos abordado el problema desde una perspectiva filológico-conceptual y otra perspectiva económica. Por lo tanto, las conclusiones a las que arribamos pueden disponerse también en estos dos órdenes o niveles discursivos.
Desde el punto de vista económico, podemos concluir que, para centrar el debate en la igualdad, hay que volver a la discusión del capitalismo patrimonial, por ende, a la problematización de la desigualdad. Pero también debemos discutir la equidad, o dicho de otra manera, las distintas formas de distribuir la renta, teniendo en cuenta que este tópico busca paliar o mejorar la situaciones desde distintos sectores que adquieren una renta. Pero si queremos construir la igualdad de oportunidades económicas debemos volver a los planteos de la distribución de la riqueza generada socialmente, en un marco de Estado Democrático y de un capitalismo cada vez más concentrado globalmente.
Desde una perspectiva filosófica, y para evitar caer en posiciones escépticas, decimos que existe alguna posibilidad para pensar la igualdad desde lo político. A tal fin, creemos que las formulaciones de Rancière en «Política, identificación y subjetivación»[8] nos permiten dar un giro respecto de las afirmaciones tradicionales y establecer una relación entre la teoría y la práctica que no es de distancia sino de articulación.
Rancière se pregunta al comienzo del texto «¿Qué es lo político?» y responde que es el encuentro de dos procesos. Por un lado, el gobierno, «consistente en organizar la reunión de los hombres en comunidad y su consentimiento, y descansa en la distribución jerárquica de lugares y funciones». Este proceso lleva el nombre de policía. El segundo proceso es el de la igualdad. Este consiste en un juego de prácticas guiadas por el presupuesto de la igualdad de todos con todos y por la preocupación de verificarla en la práctica. Por ello, el autor considera que este proceso es un juego de emancipación.
Lo que a nosotros interesa, evidentemente, es pensar esta idea de emancipación que, como sostiene el autor en su texto, se aleja de los grandes relatos y de la consideración de las víctimas universales. Pero aquí, la tensión entre ambos procesos se hace evidente: la policía no sólo niega la igualdad, sino que la daña; mientras que la emancipación es el tratamiento de un daño. A propósito de esta tensión, Rancière, pero también Esposito,[9] sostienen que el atolladero de la reflexión y acción política reside en identificar «la política con la manifestación de lo propio de una comunidad».[10] Tal es la oposición entre las partes que componen lo político, que la policía se presenta como la actualización de lo propio de la comunidad con la intención de transformar las reglas del gobierno en leyes naturales de la sociedad (tal como hemos subrayado a propósito de las formulaciones modernas del concepto de «igualdad»); mientras que la emancipación es una heterología, esto es, la lógica de un propio/impropio, la lógica del otro. En palabras de Rancière «el proceso de emancipación es la verificación de la igualdad de cualquier ser hablante con cualquier otro. Siempre está implementado en nombre de una categoría a la que se le niega el principio de esta igualdad o su consecuencia –trabajadores, mujeres, negros u otros-. (…) El nombre de una categoría víctima de un daño y que invoca sus derechos es siempre el nombre del anónimo, el nombre de cualquiera».[11] En otros términos, la igualdad entendida como la lógica del otro abre la posibilidad de salir de la discusión entre la universalidad y la identidad porque ésta –sostiene Rancière- es un universal político. Universal que de ninguna manera es una esencia inscripta en la humanidad o la razón. Por el contrario, la igualdad es un universal en tanto que causa efectos. En este sentido, la igualdad es un operador, aquello que debe presuponerse, verificarse y demostrarse en cada caso. Tal como lo supusimos a partir de la cita de Marx que trajimos ut supra sobre el programa de Gotha. 
Como se ve, la igualdad entendida como universal no se encuentra en el hombre o en el ciudadano, tal como suponían las declaraciones que analizamos previamente, sino en lo que resulta de la implementación discursiva y práctica de éstos. En otros términos, la igualdad no puede ser la construcción de casos iguales a partir de conceptos de identidad o valores específicos de un grupo. La igualdad es una heterología que supone un proceso de subjetivación, esto es, la formación de un uno que no es un sí, sino la relación de un sí con otro. Entender la subjetivación de este modo nos permite pensarla como un proceso de desidentificación o desclasificación. Un sujeto es, desde esta perspectiva, un in-between, un estar-entre sí mismo y un otro. Por ejemplo, «proletarios» fue el nombre que se les dio a las gentes que estaban juntas y entre, entre muchos nombres, identidades y status: entre la humanidad y la inhumanidad; entre la ciudadanía y su negación.
Así, podemos proponer pensar la igualdad como una lógica de la subjetivación entendida como una heterología según tres determinaciones –sostiene Rancière-: 1) Nunca es la afirmación de una identidad, sino que siempre es la negación de la identidad impuesta por otro, fijada por la lógica policial. Por este motivo, la política es siempre una cuestión de nombres impropios; 2) Es una demostración que supone siempre otro al que se dirige; 3) La lógica de la subjetivación admite siempre una identificación imposible.

  1. A modo de conclusión: reflexiones sobre el presente
En estos últimos días hemos experimentado situaciones que han provocado una enorme conmoción. En el plano internacional, el atentado contra la revista Charlie Hebdo en París.[12] En el plano doméstico, la muerte del Dr. Nisman.[13] Hay muchos elementos que podrían analizarse a partir de estos dos acontecimientos, sin embargo, desde la perspectiva que hemos trabajado hasta aquí, hay una cuestión  central que echa luz al proceso de igualdad entendido como desubjetivación que mentaba Ranciére y que hemos leído también en el programa de Gotha.
Tanto a la luz de los acontecimientos parisinos como a raíz de la muerte del fiscal en Buenos Aires, una inmensa parte de la población mundial se identificó con los siguientes lemas: «Je suis Charlie» y «Yo soy Nisman». Obviamente lo que buscan esas formulaciones es reparar un daño ocurrido en la modalidad de una identificación. Esto es, todos somos Charlie o Nisman en la medida en que ellos ya no son, o en la medida en que han sido callados, silenciados. Las formulaciones identificatorias buscan, por lo tanto, poner el sujeto que las formula –un sujeto mayestático, por cierto- una suerte de reparación del daño al estilo «Nisman vive en nosotros», «compartimos el dolor de las muertes en la editorial Hebdo» o, mejor, «en un punto hemos muerto también nosotros».
Sin embargo, si leemos atentamente a Rancière, sabemos que ese procedimiento es tal visto que se ha dado un daño. Se puede hablar en nombre propio porque ha habido un sujeto dañado. En este caso, estaríamos en la lógica de la democracia policial en la que se establece una jerarquía: todos somos Charlie o Nisman porque ellos ya no son. Hay allí un corte, en este caso biológico, que nos pone a los enunciadores por encima de los nombres enunciados.
En democracia, en la democracia de la igualdad, esto no ocurre. Al contrario, nos perdemos en los nombres impropios. No hay Charlie ni Nisman, así como tampoco hay desposeídos, o judíos o negros o aborígenes, porque la lógica es la igualdad. Somos iguales al punto de que garantizamos una la subjetividad que se constituye a la luz de la existencia de sujetos diferentes que no son nombrados por su diferencia, por ello los nombres se vuelven impropios. Nombrar por la diferencia, en eso consiste la desigualdad.
Es cierto que estamos en una democracia pobre en la que es necesario tomar la voz de los sin voz. De Charlie, Nisman, pero también de Néstor Femenías y tantos otros. Ciertamente esa es la primer lucha, pero no la última. Si la igualdad es la construcción de lo colectivo, debemos decir que, si bien consiste en la distribución de medios y oportunidades, es siempre un principio político. Por ello, la igualdad es la desubjetivación, la desclasificación.



[1] Los tres preceptos del derecho según Ulpiano son: honeste vivere (vivir honestamente), alterum non laedere (no dañar a otro) y suum cuique tribuere (dar a cada uno lo suyo).
[2] Giuseppe Lumia es un jurista siciliano que se dedicó a la actividad política. Miembro del Partito democratico della sinistra (1960), miembro de la Comisión Anti-mafia desde 2002 hasta 2006, y actualmente Senador de la república.
[3] Giuseppe Lumia, «Principios de teoría e ideología del derecho», Madrid, 1982.
[4] Thomas Piketty. El Capital en el Siglo XXI. FCE. 2014
[5] Thomas Piketty. El Capital en el Siglo XXI. Página 23. FCE.2014
[6] Carlos Marx y Federico Engels.  Obras Escogidas. Volumen 2. Páginas 420-428. Editorial Cartago. 1984
[7] Paul Krugman, «Porqué estamos en una nueva edad dorada», La Gacetta, N° 523. Ver on line http://www.fondodeculturaeconomica.com/subdirectorios_site/libros_electronicos/Gacetas/jul_2014/index.html
[8] Rancière, Jacques, «Política, identificación y subjetivación» en Política, policía y democracia, pp. 17-26, Ed. LOM, Santiago de Chile, 2006.
[9] Cfr. Esposito, Communitas. Origine e destino della società, Einaudi, Torino, 2006, pp. VII-XXVIII.
[10] Ranciére, 2006: p. 18.
[11] Ranciere, 2006: p. 19. 
[12] El atentado ocurrió el 7 de enero de 2015 y provocó la muerte de 17 personas.
[13] La muerte de Alberto Nisman (Fiscal Federal de la República Argentina, a cargo de la investigación del atentado perpetrado contra la AMIA en Buenos Aires en 1994) ocurrió entre los días 17 y 18 de enero de 2015 (aún no contamos con esa información precisa). 

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